A un
predicador que no dejaba de repetir: “Tenemos que poner a Dios en nuestras vidas”,
le dijo el Maestro: “Ya está en ellas.
Lo que tenemos que hacer es reconocerlo” (Anthony de Mello, S.J.).
Es verdad,
Dios ya está con nosotros. “Más íntimo a nosotros que nosotros mismos”, dijo
San Agustín.
Que Dios se
convierta en Hombre es el mensaje más hermoso que se haya transmitido nunca a
los hombres.
El Amor, se ha
hecho Hombre; se convirtió en carne y sangre en la persona de Jesús, que entró
en nuestra Historia hace más de veinte siglos.
En Jesús Dios
se ha decidido por el hombre. Se ha puesto radicalmente de parte del hombre,
sobre todo de los débiles y de los pobres.
Jesús nos ha
dicho de sí mismo en el Evangelio: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre, sino por mí”.
Nos bastan
“dos frescas gotas de fe” para sentirle dentro de nosotros, a nuestro lado,
compañero de camino. La fe es una forma vigorosa de sentir el Amor, de sentirle
a Él, de entrar en sintonía con Él.