jueves, 26 de abril de 2012

Sambenito

Una de las costumbres religiosas que existían en la Edad Media era la de hacer penitencia pública. Cuando una persona había cometido una falta o pecado grave, y había escandalizado a los habitantes de su pueblo o ciudad, el sacerdote le invitaba a mostrar públicamente su arrepentimiento. Una forma de hacer penitencia pública era andar en peregrinación con una especie de tosco saco de lana, previamente bendecido por el sacerdote que dirigía al penitente.
De ahí que a esta prenda se la llamase "saco bendito", denominación que más tarde, fue derivando en el uso popular y vino a convertirse en San-bendito y, por último terminó conociéndose por "sambenito". Y así ha llegado hasta nuestros días.
La finalidad penitencial de este ropaje dio origen al dicho popular "cargar a uno el sambenito", con el  que se expresa el acto de echar sobre alguien una culpa que, en realidad, no merece. Colgarle el sambenito a una persona es sinónimo también de la expresión "ponerle una etiqueta a alguien", que se refiere a los prejuicios que vertemos sobre una persona.
Con frecuencia somos dados a «cargar en sambenito» a ciertos compañeros o compañeras más débiles. Somos dados a tener prejuicios sobre los demás.
Eliminar estas actitudes negativas contribuye a mejorar la convivencia.

jueves, 19 de abril de 2012

Seguimos en Pascua

En Pascua se celebra a Jesús resucitado, la vida que nunca más va a morir. ¿Cómo traducir eso hoy en día a nuestro cotidiano? Pues cada uno desde nuestra realidad y te aseguro que hay muchos momentos en los que una persona puede ser también artífice de vida que no muere. Así es como mejor se celebra la pascua. ¿Cómo? Dejándose Querer y queriendo cambios, pidiendo esperanza.
Se puede pedir esperanza por el hermano herido. Por un padre o madre sin trabajo al borde del suicidio, por un joven en paro. Por una chica violada o mutilada. Por un anciano abandonado con la sonrisa ya perdida. Por todos los amores traicionados. Por los pobres niños soldado, doblemente pobres, y las  muchedumbres hambrientas que los grandes poderes asesinan cada día sin rastro de mala conciencia, sin que nadie pida perdón ni exija reparación. Por todos ellos y por nosotros mismos podemos pedir esperanza y debemos dejarnos querer por Dios para que vaya haciéndonos artífices de la misma. No para ser marionetas de nadie, sino para ser más humanos, más nosotros mismos.
Y si no crees en Dios, prueba al menos con la siguiente fórmula de un gran hombre, Charles de Foucauld: Dios, si existes…y a continuación haz tu petición. Verás como algo va cambiando por dentro.