Una de las costumbres religiosas que existían en la Edad Media era la de hacer penitencia pública. Cuando una persona había cometido una falta o pecado grave, y había escandalizado a los habitantes de su pueblo o ciudad, el sacerdote le invitaba a mostrar públicamente su arrepentimiento. Una forma de hacer penitencia pública era andar en peregrinación con una especie de tosco saco de lana, previamente bendecido por el sacerdote que dirigía al penitente.
De ahí que a esta prenda se la llamase "saco bendito", denominación que más tarde, fue derivando en el uso popular y vino a convertirse en San-bendito y, por último terminó conociéndose por "sambenito". Y así ha llegado hasta nuestros días.
La finalidad penitencial de este ropaje dio origen al dicho popular "cargar a uno el sambenito", con el que se expresa el acto de echar sobre alguien una culpa que, en realidad, no merece. Colgarle el sambenito a una persona es sinónimo también de la expresión "ponerle una etiqueta a alguien", que se refiere a los prejuicios que vertemos sobre una persona.
Con frecuencia somos dados a «cargar en sambenito» a ciertos compañeros o compañeras más débiles. Somos dados a tener prejuicios sobre los demás.
Eliminar estas actitudes negativas contribuye a mejorar la convivencia.