jueves, 17 de mayo de 2012

Nos están robando la comida


La historia de Peter Baleke es como la de David y Goliat pero al revés.
A David lo encarnan 400 familias campesinas de uno de los países más pobres, Uganda. Y a Goliat, la suma del Gobierno ugandés y la multinacional alemana Neuman Kaffee Gruppe.
Peter ha viajado a Madrid para denunciar el expolio de la soberanía alimentaria del África subsahariana. En menos de un año, señala la ONG, diversos inversionistas han adquirido 42 millones de hectáreas de tierras fértiles en el mundo, el 75% en esta parte del continente, arrebatándoles los recursos naturales de los que obtienen su alimento.
Para ponerle piel, ojos e indignación a esta causa, ahí está Peter Baleke con su particular traje de chaqueta y sus pins en la corbata: un crucifijo —es católico— y otro con el lema The right to food (Derecho a la alimentación)”.
El 18 de junio de 2001, un representante del Gobierno ugandés reunió a las 400 familias (unas 2.000 personas) que residían en la región de Madudu (en Mubende, Uganda central) para anunciarles que el Gobierno había cedido sus tierras, 2.500 hectáreas, a una multinacional alemana. Antes de finales de agosto debían abandonarlas. Sin compensación económica ni un sitio alternativo al que ir.
“En mi país si no produces tu propio alimento no tienes qué comer. El 80% es agricultura de subsistencia. ¿A quién beneficia que vengan las multinacionales a producir alimentos a precios que no podemos pagar? Desde luego no a nosotros, nos roban la comida”, se indigna Baleke. “Eligieron nuestras tierras porque eran las más fértiles”.
Él dirigía entonces la escuela de uno de los poblados afectados, Kitemloa, y organizó una colecta para contratar a un abogado.
Han pasado diez años  y su causa está arrinconada. Hasta siete jueces se han hecho cargo del caso, que desde el 11 de abril espera que un octavo juez lo herede.
Para más inri, la multinacional vende el café en las redes de comercio justo. “Este tipo de comercio necesita mecanismos de control porque contradice sus principios”, se queja, y apela al boicoteo por parte de los consumidores europeos y a la importancia de que las ONG enseñen a los oprimidos a defender sus derechos. “Las leyes están para cumplirlas”, dice blandiendo a pesar de todo con orgullo la Constitución de Uganda.