Tú tienes la llave para pasar de
los cotilleos al diálogo sincero
En nuestra sociedad llamada
‘sociedad de la información’, se ha logrado tener acceso a mucha información, a
muchos comunicados, a muchos mensajes. Cualquier
acontecimiento social se convierte rápidamente en un tema de debate de radio o
televisión o en una tertulia. Se trata de buscar el sensacionalismo y suscitar el
morbo que a todos nos atrae. Hasta la vida personal y privada se exhibe sin
pudor en esos programas que llaman de “telebasura”. Los participantes en esos
programas de chismorreo, por un puñado de euros, no tienen problema en contar
sus intimidades, sus infidelidades y hasta los aspectos más escabrosos de sus
vidas. Es el mundo del cotilleo y del chismorreo, de la palabra fácil, pero sin
verdad y sin valores, de lo vergonzoso hecho espectáculo.
En este mundo de la
hiper-información y de las vanidades cualquier opinión o parecer se da por
verdad, y se hacen juicios paralelos a personas antes de que se pronuncien los
jueces. El prejuicio configura enseguida la opinión de la gente; y después es
muy difícil restituir el honor de las personas a las que hemos juzgado como
culpables antes de tiempo. Ya lo dijo Einstein: “Es más fácil destruir un átomo
que destruir un prejuicio”
¿A dónde queremos llegar con
esta presentación? A tomarnos en serio el valor de la palabra y el imperativo
moral de la verdad. La palabra es un don de la persona, y la verdad es un
derecho y un deber. Hay jóvenes y no tan
jóvenes que se han subido en el caballo de la mentira y de la falsedad y
mienten “como bellacos”. Mienten a sus padres, mienten a sus profesores,
mienten en sus trabajos, mienten a sus propios amigos…. Esta actitud refleja un
fracaso de su educación y una gran degradación moral y social.
¿Os acordáis de la fuerza que
tuvo esa frase del debate político y de campaña electoral que decía: “No nos
merecemos un gobierno que nos mienta” Luego, por desgracia, se comprobó que
también el político que decía esa frase era un experto en confundir y mentir en
la política. ¡Pues eso!, no nos
merecemos personas que nos mientan. Ni nadie se merece que yo le mienta y le
falsee la realidad. Porque todos tenemos derecho a la verdad.
Dijo Julius Charles Hare,
escritor y teólogo británico: “¿Puede haber en el mundo algo más despreciable
que la elocuencia de un hombre que no dice la verdad?” Amiga, amigo, tú tienes la llave para pasar de
los cotilleos al diálogo sincero. Que siempre se pueda decir de ti: “esta o
este joven es un joven de palabra”.